La disfemia o tartamudez, término por el que se conoce habitualmente, es un trastorno de la comunicación y no un trastorno del lenguaje que se caracteriza por interrupciones atípicas en la fluidez del habla que se ven acompañadas de tensión muscular y movimientos o gestos involuntarios.
Hoy he querido hablarles sobre este trastorno, pues, nos han planteado muchas preguntas derivadas de la preocupación de algunos padres al pensar que su pequeño puede padecer tartamudez o disfemia.
Es habitual que los niños de entre 2 y 5 años no tengan una fluidez total, ya que están desarrollando habilidades y/o procesos del lenguaje muy complejos. En la mayoría de los pequeños de edad preescolar, es natural que haya interrupciones o dificultades de fluidez en el habla que pueden desaparecer tras un breve periodo de tiempo, sin embargo, en otros casos dichos problemas persisten y los síntomas de tartamudez pueden desencadenar en un cuadro crónico.
Es recomendable analizar todos los factores de forma específica a fin de recoger la mayor información posible, pues, aunque hay aspectos que pueden ser habituales en el desarrollo del habla y lenguaje de los niños en estas edades, hay otros que pueden ser signos de alerta y nos pueden ayudar a predecir si los problemas de fluidez del habla derivarán en dicho trastorno. Así, podemos enumerar como factores de riesgo los siguientes:
– Es importante tener en cuenta los antecedentes familiares, pues existe un alto componente hereditario que aumenta el riesgo de padecer disfemia.
– El género y la edad son otro factor a tener en cuenta, pues suele afectar de forma más severa a los niños varones y más si se inicia a partir de los tres años, lo que no implica que estos bloqueos o interrupciones en el habla no puedan remitir tras un tiempo determinado.
– Si la duración de los mismos es mayor a seis meses puede considerarse otro indicador de alto riesgo, además de la cantidad y el tipo de repeticiones que se producen en el habla, como que presente tres o más repeticiones apareciendo, normalmente, al principio de las palabras, repitiendo sonidos, sílabas e incluso palabras o frases, o realizando prolongaciones o alargamientos de los sonidos en sus inicios.
– El que esté asociado un trastorno fonológico o dificultad articulatoria aumenta las probabilidades que un niño tartamudee. Así como otros comportamientos secundarios como el esfuerzo muscular, tics y/o muletillas, creándoles mayor tensión y frustración al hablar.
Estos son algunos de los síntomas o signos de alerta a tener en cuenta ante una posible dificultad en la fluidez del habla. Si le preocupa las dificultades del habla de su pequeño, no dude en contactar con un profesional para analizar y evaluar de forma más exhaustiva y determinar si es probable que la disfemia o tartamudez persista y de este modo atender a las necesidades del menor.
“La observación es la mejor predicción ante una posible dificultad del habla”
Cristina Mesa Toste-Bello. Logopeda.
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