Pensemos por un momento en el concepto social de madre, en ese en el que nos han educado…; seguramente se nos vengan a la cabeza ideas como “amor incondicional, plenitud, entrega, renuncia, dedicación, realización personal” …Ser mamá nos convierte en ese ser incondicional que nunca va a fallar, en una persona capaz de renunciar a todo a cambio de la felicidad de su hijo/a.
Sin embargo, los tiempos han cambiado, y la incorporación de la mujer al mundo laboral ha hecho que debamos asumir demasiados roles, aumentando las exigencias y las expectativas…y llegando al final a tener la sensación de que debemos estar en todo sin tiempo casi de llegar a nada. Hoy en día no sólo debemos ser buenas madres, sino también grandes profesionales, amigas, llegar a ser independientes emocional y económicamente, dedicarnos tiempo…Y es en esos momentos en los que surge el sentimiento de “mala madre”, cuando no llegamos a cumplir nuestras expectativas o, quizás sea mejor decir, cuando no llegamos a cumplir las expectativas que nos impone la sociedad.
Pero la realidad debe ser bien distinta, una mujer no debe valorarse como buena o mala madre por la cantidad de tiempo que pasa con sus hijos, así, debemos valorarnos por la calidad del tiempo que les dedicamos a nuestros hijos. Tampoco debemos sentirnos culpables por compaginar nuestra maternidad con nuestro desarrollo a nivel profesional, ni por dedicar tiempo para estar con nuestras amistades, o hacer deporte… ¡La felicidad de los hijos depende en gran medida del nivel de satisfacción de sus progenitores! Y en mi opinión, debemos quitarnos de la cabeza la idea de que la maternidad es suficiente para que una mujer se sienta completa, realizada y satisfecha ¡Somos más que madres, somos personas!
Con todo lo expuesto, sólo puedo añadir algunos consejos que pueden ayudarnos en la educación de nuestros hijos:
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No sobreproteger a nuestros hijos es fundamental, ya que no se es mejor madre por librarles de los peligros que tiene la vida y por evitarles la frustración; enseñémosles a tomar decisiones, a aprender de los fracasos, a ser responsables, a asumir las consecuencias de sus actos… “No les demos el pescado, mejor aún, enseñémosles a pescar”
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No compensemos el tiempo que no podemos pasar con ellos comprándoles cosas ¡No hay nada que compensar! Tratemos por el contrario de estar presentes cuando les dedicamos tiempo, fomentando la comunicación, la escucha…; disfrutemos plenamente de esos pequeños momentos, sin distracciones, sin estar pendientes de nuestros teléfonos móviles o de lo que nos quedó pendiente de hacer en el trabajo.
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Dediquémonos tiempo para nosotras con la libertad de que es necesario y estamos en nuestro derecho de hacerlo: disfrutar de una ducha tranquila, practicar deporte, leer un libro…
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Dediquemos tiempo a nuestra relación de pareja o a nuestros amigos, creando momentos para compartir una cena romántica, para tomar un café… Intentemos buscar un día a la semana para ello, desconectando de pañales, biberones, deberes…
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Valorémonos no sólo por la relación que tenemos con nuestros hijos, sino también por nuestras virtudes y defectos; eres buena amiga, gran profesional, imperfecta, cariñosa, organizada, paciente, empática, divertida… ¡Y todo ello va más allá de ser madre!
“No hay manera de ser una madre perfecta,
hay un millón de maneras de ser una buena madre”
Jill Churchill
Laura de Francisco Domínguez. Psicopedagoga
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